“Apoyé a un orfanato en Saigón del 1/11/2012 al 20/02/2013. Fueron los meses más difíciles y hermosos de mi vida. El trabajo con niños me dio mucha felicidad. Como no soy madre, no sabía qué tanto podría manejar a niños pequeños. Había como 240 pequeños en cinco alas del orfanato. En la zona de bebés había 32 niños sanos, el más joven de siete días y el mayor, de un año. Casi todos fueron abandonados en la calle o en el hospital. Además, había un área de infantes pequeños, una para niños con Síndrome de Down y la zona de los niños enfermos, en donde había pequeños con capacidades especiales y algunos muy enfermos. Inicialmente iba a trabajar en esta última zona, pero no pude manejarlo después de intentarlo varias veces.
Pasé mi primer mes con los 32 bebés, alimentándolos, cambiándolos y jugando. Por la tarde los niños simplemente están en sus cunas sin contacto con sus cuidadores. Ese fue mi trabajo: acariciarlos, hacerlos reír, etc., sólo me permitían cinco minutos por niño. También debíamos alimentarlos rápidamente, y a veces se sentían mal porque ni siquiera les hablábamos. No me pregunten cómo las enfermeras me dijeron esto, era inconfundible la reacción.
Viví en una zona sin turistas, así que casi nadie hablaba inglés y los menús en inglés también eran pocos. Pedir comida era una aventura diaria, y tuve por eso experiencias interesantes. Salir sola, siendo mujer, es impensable para una mujer vietnamita ¡Fue agotador!, pero podría regresar pasado mañana a mis pequeños y a la caótica y ruidosa vida en pleno calor, pero siempre con personas amables y atentas, comida deliciosa, problemas estomacales, y, y y...”